Leamos y escribamos

 

La generación y transferencia de nuevos conocimientos constituye una de las bases imprescindibles del desarrollo agropecuario del país en general y de la formación académica y profesional agronómica en particular.

Para validar los nuevos conocimientos es indispensable que el agrónomo tenga una actitud crítica, creativa y presente sus observaciones, cuestionamientos y nuevos aportes papa que otros agrónomos y agricultores puedan interpretarlos y hacer uso de ellos.

Hoy en día, nada en el mundo, es más importante que la transmisión de ideas y experiencias de una persona a otra. En este proceso que llamamos comunicación reside, potencialmente, la fuerza que permitirá vencer la ignorancia y la pobreza.

Si todos tenemos la capacidad del lenguaje oral y escrito, podemos aceptar el desafío de leer lo que se publica y escribir lo que sabemos y aprendemos en nuestro diario trabajar. Para reflexionar al respeto transcribimos algunas notas de la prensa local que dicen: En los comienzos del lenguaje el hecho de poder dar nombre a las cosas, de poseerlas por medio de la voz, debió tener para el hombre un encanto maravilloso y en alguna forma oculto. El mundo comenzó a ser dominado en virtud de la palabra.

Es revelador que en los escritos existan palabras mágicas que abren puertas, destruyen obstáculos, rinden voluntades y cuyo secreto no se explica jamás. El prestigio ancestral de la palabra revive ante las voces extrañas, como si su particular sonido abriera puertas cerradas en el alma.

Escribir es ensayar una magia menor.

El instrumento de esa magia, el lenguaje, es igualmente misterioso.

En el escrito, la cadencia y el ambiente de una palabra pueden pesar más que el sentido.

Los libros tienen valor cuando conducen a la vida y le sirven y le son útiles y cada hora de lectura que no produce en el lector una chispa de fuerza, un presagio de rejuvenecimiento, un aliento de nueva frescura, es tiempo desperdiciado.

La lectura disipada e irreflexiva es como un paseo por el paisaje hermoso con los ojos vendados. Tampoco hay que leer para olvidarnos de nosotros mismos y de la vida cotidiana, sino todo lo contrario; para volver a asir, tanto más conscientes y maduros con mano firme, las riendas de la vida.

Los editores