Exploradores botánicos de Bolivia

Cárdenas M.

 

Esta sección de la Revista de Agricultura, la iniciamos en el N° 7 de 1952 con una extensa biografía de Hugo Algernon Weddell. La continuamos en el No 8 de 1953 con otra extensa relación biográfica de Henry Hurd Rusby y una noticia corta sobre Otto Kuntze. El N° 9, que apareció también en 1953, trajo una amplia relación sobre los viajes botánicos en Bolivia de Theodoro Herzog, además de la biografía de Eric Asplund. En el No 10 del año 1958, nos ocupamos de la Expedición Británica Colectora de Papa, dando una noticia sobre las biografías de Edward K. Balls, John Gregory Hamkes y W. Balfour Gourlay. En realidad, al preparar los manuscritos para esta sección, no hemos seguido precisamente un orden cronológico, sino más bien el de la importancia de las contribuciones prestadas al conocimiento de la flora de Bolivia y la disponibilidad de la documentación informativa a nuestro alcance. Entre los exploradores botánicos de la primera mitad del presente siglo, por ejemplo se destacan por su enorme aporte de colecciones procedentes de las regiones más interesantes del país, Miguel Bang y Otto Buchtien cuyas biografías no las hemos insertado en esta sección porque no disponemos aún de la información necesaria. Sin embargo, como hemos conocido personalmente e intercambiado impresiones de viajes botánicos con estos pioneros de la exploración de nuestros bosques de Mapiri, Tipuani, Yungas de La Paz, Yungas del Chapare, etc., trataremos de escribir alguna información sobre su valiosa contribución a la flora Nacional.

A continuación nos referimos a dos naturalistas que si bien no fueron propiamente colectores de plantas in extenso, son cronológicamente, los primeros exploradores botánicos de Bolivia.

Tadeo Haenke

Existen ya muchas publicaciones sobre la vida de este legendario explorador naturalista, médico y químico industrial. Entre las mejor documentadas, tenemos el trabajo de Paul Groussac aparecido en la Revista "La Biblioteca", publicación de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Groussac sostiene que Tadeo Haenke fundó el primer Jardín Botánico en el Alto Perú a fines del siglo XVIII. Actualmente no hay la menor noticia sobre este jardín que al ser evidente su existencia siquiera en vida de su fundador, sería el más antiguo del área de la flora Neotropical. Según Groussac, Haenke murió en Yuracarés de Cochabamba. En la "Introducción de la Historia Natural de la Provincia de Cochabamba" de Tadeo Haenke, publicada por la Sociedad Geográfica de La Paz, se afirma que Haenke, murió en la casa del Gobernador Viedma en Cochabamba, casa en la que también habría depositado una gran parte de sus colecciones de plantas y otros productos naturales del país. No hay dato alguno sobre lo que fue la casa de Viedma en 1817, año del deceso de Haenke. No se conocen las partidas de matrimonio si es que se casó ni de bautizo de sus hijos. Actualmente aún vive un bisnieto de este gran naturalista que es D. José Haenke, conocido por su afición a la taxidermia y la organización de cultivos industriales como el del té. Conocemos también una relación biográfica de Tadeo Haenke en "La Descripción del Reyno de Chile" atribuida a él y publicada en 1942 por la Editorial Nascimento de Santiago de Chile con una introducción de Agustín Edwards. Así mismo hay una referencia sobre Tadeo Haenke en los manuscritos del químico boliviano Dr. Samuel de Ugarte, que se ocupó de estudiar varias especies económicas de la flora de Bolivia como la "Quina". Según Ugarte, Haenke habría vivido en una finca de su propiedad situada en San Pedro de Helicona (Provincia de Ayopaya). Sin embargo, ninguna publicación alcanza la magnitud del libro reciente de Josef Kühnel "Thaddaeus Haenke", Leben und Wirken Eines Forschers, publicado en 1960 como el Volumen N° 9 del Collegium Carolinum por la Editorial Verlag Robert Lerche München-Vormals Calve'sche Universitaetsbuchhandlung, Prag. En este libro, se ha compilado toda la documentación conocida sobre la vida de Haenke. De todo lo que conocemos como fuente de información, extractaremos la relación que sigue:

Taddaeus Peregrinus Haverius Haenke, nació el 6 de diciembre de 1761 en Kreibitz, pequeña población situada al norte de Bohemia. Fue descendiente de una familia muy ilustre. De acuerdo a la opinión de su hermano Josef fue un niño decidido, valiente e intrépido. Educado en contacto de la hacienda de su padre, junto a una familia distinguida y rodeado de bellos paisajes, Haenke debió adquirir desde muy temprano ese amor a la naturaleza que lo retuvo en la América española hasta su muerte. Aprendió las primeras letras de su propio padre, quien al descubrir las dotes intelectuales del niño pronosticó que llegaría a ser un gran hombre, algún día. El primer maestro de Haenke fue Zacharias Eiselt y éste le preparó para que ingresara al colegio de los padres jesuitas. Eiselt fue un buen maestro, tocaba la flauta y también era un hábil floricultor. De 1770 a 1772 y debido a malos años agrícolas, Taddaeus fue tomado al cuidado de un tío suyo que era párroco en Hrobitsh y quien como un segundo padre, se esmeró en continuar su educación enseñándole el latín y el órgano, además de mandarlo a la escuela local. Los padres de este niño muy capaz, quisieron que su hijo fuera cantor y lo enviaron a la Escuela de Música de Darusdorf donde tuvo de profesor a un excelente músico, pedagogo y organista. Más tarde, su tía que vivía en Varsovia, quiso adoptarlo y lo tuvo por algún tiempo hasta que su padre disgustado por el ambiente de inmoralidad en que vivían las clases altas a las que pertenecía aquella tía, lo llamó nuevamente. En esto, acudió nuevamente su tío Eschler en su ayuda y le consiguió una plaza en el seminario jesuita de Praga. Como cantor de coro aquí, tenía alojamiento y alimentación, pudiendo además concurrir al colegio secundario de la ciudad. Después de una década y media más o menos, volvió a su casa paterna de visita para luego dirigirse a Viena para iniciar sus estudios de medicina y botánica. Admiraba en alto grado a sus profesores de medicina y en particular al famoso Maximiliano Stole que atraía de toda Europa a los jóvenes estudiantes que deseaban prepararse para la profesión médica. Desgraciadamente sólo al año del ingreso de Haenke a la Escuela de Medicina de Viena, murió el Profesor Stole. La situación económica del joven estudiante, se tornó muy precaria y hasta desesperante porque el estipendio que obtuvo en Praga, no fue pagado en Viena desde hacia ya algún tiempo. Este período de miseria por la que pasaba, fue en cierto modo compensado por una medalla de honor que la Real Sociedad de Ciencias de Bohemia, le otorgó por sus valiosas excursiones botánicas en Riesengebirge. Al escribir sobre este evento a su familia, añoraba que unos ducados le habrían sido más útiles que la medalla. Con todo, el honor recibido, le abrió las puertas de las familias ricas así como la amistad de la gente más culta como el botánico Nicolás Jacquín, el hombre de letras Greiner y otros. Trabajó en el Jardín Botánico de Jacquín donde adquirió un gran conocimiento de las plantas. En el invierno de 1786 acompañó al hijo de su maestro Jacquín en una excursión a través de los Alpes. Durante el Verano de 1787, le financiaron una segunda excursión, sus amigos de Praga, permitiéndole recorrer 140 millas a través de varios lugares de Austria. Su amor por la Botánica llegó a ser casi obsesivo y nunca vio el peligro en ir e buscar las plantas hasta en los sitios más :inaccesibles. En el Verano siguiente, incursionó por tercera vez en los Alpes, habiendo descubierto varias especies nuevas. De regreso en Viena, se ocupó de ordenar las colecciones de plantas y escribió un trabajo en latín que luego fue publicado en "Collectanea ad botanicam chemiam et historiam naturalem Vindobonae ex officina Wappleriana, 1788", libro de Jacquín. Muchas veces enfatizó a su familia su decisión de no ser un simple médico rural sino un hombre de ciencia con conocimientos enciclopédicos. Trató de ganar una cátedra en la Universidad, pero sin éxito porque aún no tenía el volumen de conocimientos requerido. Las referencias contadas por Jacquín sobre las Indias Occidentales y el Continente Americano, despertaron grandemente su deseo de salir en viaje de exploración fuera de Europa. Había una posibilidad para su enrolamiento en una expedición planeada por la Zarina de Rusia Catalina la Grande, también sin resultado favorable debido a la guerra iniciada entre Rusia y Turquía. La siguiente oportunidad, se le presentó a Haenke, cuando el Rey de España pidió a Austria un botánico para integrar una expedición que estaba enviando a la América bajo la dirección del Capitán Alejandro de Malaspina. Todas las gestiones fueron ultimadas mediante el Embajador de Austria en España, amigo personal de Jacquín. Al referirse a la capacidad de Haenke, Jacquín decía al embajador austriaco en España que este reino no podría haber conseguido un mejor hombre de ciencia ni un hombre más capaz para penetrar los secretos de la Naturaleza. Haenke reunía por otra parte, las condiciones que había fijado el Rey de España de que el recomendado, sería joven, fuerte y católico. Haenke, debía arribar a Cadiz para embarcarse a fines de julio de 1789 y por su cuenta. Varios amigos suyos pagaron el viaje de Viena a Cadiz y el Emperador de Austria José II lamentó el alejamiento de Haenke que por entonces ya era una gran esperanza para la Ciencia y le dio una ayuda de quinientos florines. Salió de Viena el 26 de Junio de 1789 en calidad de un correo imperial con todo género de recomendaciones, en particular para el Embajador en París. Llegó a París, el 4 de julio, es decir pocos días antes de estallar la Revolución Francesa. Continuando su viaje, vio en Biarritz por primera vez el mar. El 20 de julio, llegó a Madrid. España, le causó mala impresión no sólo por el calor seco que hacía sino también por la pobreza y atraso de la gente. El Rey Carlos IV, pidió que Haenke entrara al servicio oficial de España y así ya en calidad de Oficial, recibió 2 400 ducados. De todas las plantas que coleccionara tendría derecho a guardar para sí un duplicado. Tendría opción a regresar a su patria al término de la Expedición o quedarse en España. Para proseguir el viaje a Cadiz, recibió además un adelanto de 600 florines. Al llegar a Cadiz, debía ponerse a las órdenes de Malaspina, quien sin embargo ya había partido hace pocos días. Tuvo que tomar un barco mercante "Nuestra Señora del Buen Viaje" que salió para Montevideo el 16 de agosto de 1789. Tenía Haenke 28 años y sentía una gran emoción al dejar la última porción del Continente Europeo.

La Expedición de Malaspina, tenía dos barcos: la "Descubierta" con 34 cañones y la "Atrevida" de 28 cañones. Sus capitanes fueron Bustamante y Guerra respectivamente. El objeto de la Expedición, era verificar determinaciones astronómicas así como la hidrología de las costas por visitar y en el interior de los lugares alejados de la costa, estudiar la fauna, flora, mineralogía, pueblos y sus costumbres y los recursos económicos potenciales. El personal científico fue completo y muy bien seleccionado. Así, el Jefe de la Sección Zoológica fue Antonio Pineda y Ramírez, un autodidacta guatemalteco de gran capacidad y botánico el francés naturalizado en España, Luís Née. Entre este personal numeroso, Haenke era el médico y el botánico comisionado por su Majestad Católica.

Como ya puede observarse, Haenke resultará un hombre de la mala suerte continuada. Cuando su barco se aproximaba al estuario del Plata el 23 de noviembre de 1789, zozobró en Punta de las Carretas con un gran pánico entre los pasajeros. Haenke perdió todo su equipaje incluso sus libros, salvando sólo sus credenciales. Después de estar enfermo a raíz de este grave suceso, realizó una colección de plantas en Montevideo que luego de secarlas, la envió en un cajón a Cadiz. El 23 de diciembre de 1789, prosiguió a Buenos Aires después de que Malaspina ya había continuado hacia a las Islas Falkland. El Virrey de Buenos Aires, Nicolás Arredondo, acogió muy generosamente a Haenke y le dio 800 pesos para subsanar las pérdidas que había sufrido. A partir del 24 de febrero de 1790, viajó sólo a través de la pampa Argentina, dirigiéndose a Chile por Mendoza y venciendo la hostilidad de los indios como también la monotonía de la pampa y la travesía de 12 días de la Cordillera Andina. En una carta escrita a su maestro Jacquín le decía que la Providencia le había salvado de todas las adversidades inherentes a ese su penoso viaje, pero que al mismo tiempo había recolectado plantas tan interesantes que parecían provenir de otro planeta. La forma cómo narra sus impresiones de viaje es tan acuciosa como atrayente, que uno recuerda al leerla algo de lo que escribiera muchos años más tarde, el gran naturalista inglés Carlos Darwin. Haenke sufrió del mal de montaña o "sorocchi" y al fin llegó a Santiago el 2 de abril de 1790. Malaspina informó que Haenke había coleccionado 1 400 ejemplares de plantas interesantes y raras las más de ellas no conocidas hasta entonces. Haenke conoció a Malaspina por primera vez recién en Santiago. Continuó coleccionando plantas en los alrededores de Santiago por tres semanas más hasta que se embarcó con Malaspina en "La Descubierta" con rumbo a Valparaíso y prosiguió luego al norte hasta Coquimbo donde desembarcó con Pineda para visitar en el interior las minas de mercurio de Piñitaque y las de oro de Andacollo. Vueltos al barco, continuaron los expedicionarios a Copiapó y luego a Arica. El 26 de mayo, vieron la Isla de San Lorenzo en las costas del Callao. Entre Callao y Lima permanecieron por tres meses y en ese tiempo, debía posesionarse el nuevo Virrey de Lima Francisco de Gil y Lemus. Malaspina y Haenke fueron invitados a las ceremonias de posesión cuando la música folklórica de los indios, fue tomada rápidamente en pentagrama por Haenke y tocada por él mismo en piano la noche siguiente. En junio Haenke recibió del Virrey y Malaspina, la comisión de estudiar los ríos Huallaga y Marañón acompañado por dos soldados que hablaban los dialectos indígenas de la región, el colector de plantas Tafalla y el pintor Pulgar. Esta expedición destinada al estudio de la flora de esos ríos duró 50 días. Coleccionó plantas en Laguna Junín, Chinchao y Tingo María. Al llegar a las zonas y a navegables de los ríos tributarios del Amazonas, concibió ya la idea de una salida al Atlántico navegando el Amazonas. La gran cantidad de plantas coleccionadas por Haenke en este viaje fueron ordenadas y estudiadas por los botánicos Hipólito Ruiz y José Pavón, autores de "Flora Peruviana et Chilensis" donde aparece una Rhamnaceae dedicada a Haenke, bajo el nombre de Haenkea flexuosa. El 21 de septiembre continuaron el viaje pasando por Trujillo y Tumbes hasta alcanzar Guayaquil. Haenke subió al Pichincha, para luego visitar Quito, ciudad que quería mucho. El 27 de octubre, Haenke y Née embalaron sus plantas herborizadas y la expedición siguió al norte rumbo a Panamá. Después de varias estadías en tierra y el interior de las zonas visitadas, continuaron los viajeros a Méjico, deteniéndose por algún tiempo en Acapulco donde llegaron el 2 de febrero de 1791. A principios de mayo, la Expedición siguió al norte tratando de encontrar los estrechos a través de los cuales, Lorenzo Ferrer hubiera pasado, viniendo de Labrador en 1588. Después de tres semanas, llegaron al Cabo San Bartholomé que fue visitado por Cook en 1778. Realizaron muchas determinaciones astronómicas y Malaspina alcanzó hasta el Puerto de Mulgraves en la Bahía de Behring a la latitud 59° 34' 20". La expedición tomó nuevamente rumbo al sud, llegando a Acapulco en octubre de 1791. Una isla descubierta en la Bahía del Desengaño fue bautizada por Malaspina con el nombre de Isla Haenke. Este gran naturalista describió la vegetación de la parte norte de la América y fue el primer científico que entró a California La Vieja y prosiguió luego hasta San Diego, examinado la formación de los suelos de pradera. De regreso a Acapulco recorrió a caballo 600 km. para visitar la ciudad de Méjico. Después de 15 días regresó nuevamente a su base. En uno de estos recorridos por tierras mejicanas sufrió una seria enfermedad de ojo por la acción de la savia caústica de la Hippomane mancenilla, una Euphorbiaceae tóxica y estuvo a punto de ser muerto por una gran serpiente. Acapulco era una población muy malsana y allí encontró Haenke a sus compañeros enfermos por lo que la expedición se apresuró a salir en dirección a las Filipinas el 21 de diciembre de 1791. En febrero de 1792, llegaron los viajeros a la Isla Guam del grupo de Las Marianas. Después de pasar por varias islas se encontraron en Luzón el 27 de marzo de 1792 y allí permanecieron por dos meses a pesar de sus pésimas condiciones climáticas. Aquí murió el zoólogo de la expedición Antonio Pineda. Haenke escribió el epitafio de Pineda en latín haciendo resaltar sus méritos y la trascendencia de la expedición. Desde Manila, Haenke dio la ruta de la expedición. Entre tanto Malaspina regresaba en "La Atrevida" desde la China. El viaje continuó por la costa de Nueva Guinea, las Islas Salomón, Nuevas Hébridas, Nueva Caledonia hasta la Bahía de Dusky al sud de Nueva Zelanda. De Nueva Zelanda, los barcos tomaron dirección al oeste y después de ser echados por una tormenta en dirección opuesta, llegaron a Jackson (Sydney-Cove). Después de realizar colecciones interesantes tomaron rumbo a Sud América pasando por Tahití. Llegaron al Callao el 23 de julio de 1793. Después de tres meses de estadía en Callao, la expedición siguió a Valparaíso, Concepción, Cabo de Hornos, Buenos Aires y Montevideo para retornar a España, donde llegó el 21 de septiembre de 1794. Estando en Callao y Lima, Malaspina y el Virrey, decidieron que Bauzá, Espinosa, Née y Haenke continuaran el viaje por tierra de Lima a Buenos Aires para luego alcanzar los barcos en Montevideo. En Verano de 1794, Haenke debía volver a España; pero este escribió a Malaspina haciéndole ver que el trabajo que se le encomendara no podría terminar sino un año después.

El Libro de Kühnel del que estamos tomando los datos sobre la Expedición al rededor del Mundo encomendada a Malaspina, es oscuro en muchas partes y así dice que el itinerario seguido por Haenke de octubre de 1793 a septiembre de 1794, es muy dudoso. Se dice que de Callao entró directamente al interior del Perú, luego a lo que es ahora Bolivia y Potosí. Se conocen dos cartas escritas por él desde Cuzco y Arequipa.

Malaspina, fue recibido en España con grandes honores. Su plan había sido escribir en siete volúmenes la descripción fisiográfica de las costas del Pacífico Norte y California de la América del Norte, Méjico y La Plata. Por otra parte, Haenke, Née y Pineda debían escribir sobre sus especialidades, volúmenes separados. Infelizmente estos planes concebidos por Malaspina no tuvieron nunca realidad. Debido a esto, Malaspina fue encerrado en el Castillo de San Antonio de la Coruña, aunque algunos dijeron que ésta situación fue debida al odio que le tenía el poderoso Ministro Godoy. Luego se acusó a Malaspina de rebelión contra el Rey y se lo mantuvo preso hasta la invasión francesa cuando Napoleón, le puso en libertad. Luego dejó España como exilado y fue a radicarse en Spezia hasta su muerte. Parece que la mala suerte no sólo acompañó a Haenke sino a todo el personal de la expedición que fue tratada igual que Malaspina. Todos los documentos, croquis y colecciones fueron confiscados impidiendo que trabajaran sobre tanto material acumulado, los miembros de esta malhadada expedición que de otro modo habría prestado al mundo el beneficio cultural más grande. Casi toda la documentación desapareció en los archivos habiéndose publicado sólo unas cortas descripciones. Desde 1793 hasta 1794, Haenke atravesó el Perú estudiando sus recursos naturales y en particular sus minas. Fue el primero que analizó las aguas termales de Yura. En agosto de 1794, llegó a La Paz para luego internarse en los Yungas, Tipuani y el Alto Río Beni. El Gobernador de Mojos Miguel Zamora habría acusado a Haenke de inculcador de ideas subversivas entre los indios, cuyo trato le fue prohibido. De Tipuani continuó bajando hasta Reyes. Exploró así mismo los ríos tributarios del Beni pasando por Pelechuco, Suches, Sorata, Zongo, Challana y Mapiri. También penetró posiblemente de Pelechuco a Apolo, Aten y Río Tuichi. En ocasión de su penetración a los Yungas de La Paz, estudió los ríos Tamanpaya, Solacama. Miguilla, Suro, etc. Ya en el Bajo Beni, visitó Santa Ana de Yacuma y varios establecimientos sobre el Mamoré como Exaltación, Trinidad, Loreto, etc. En noviembre del mismo año 1794 arribó a Santa Cruz de la Sierra. Estudió el río Grande y sus tributarios llegando a la conclusión de que sólo los ríos podían constituir las vías de transporte y comercio necesarias para el progreso de las poblaciones existentes. De Santa Cruz, pasó a Sucre ya extenuado y enfermo. Prosiguió luego a Potosí donde recibió nuevas órdenes del Gobernador Francisco de Paula Sainz. Trató de mejorar el laboreo de las minas del Cerro Rico. Luego fue requerido de Sucre para examinar el agua potable que se consumía. En el Verano de 1795 fue enviado a Chiquitos para estudiar el aprovechamiento de las lagunas de sal. En 1796 aparece nuevamente en Potosí y luego se traslada a Cochabamba donde ha de pasar muchos años hasta su muerte.

Después de cuatro años de viaje alrededor del mundo y dos años ya solo recorriendo por orden de Malaspina, las Provincias de Mojos y Chiquitos, quiso Haenke descansar al fin y ocuparse del estudio y ordenación de sus apuntes y colecciones. Para este fin no había un lugar mejor que Cochabamba que como él decía, ofrecía como clima una eterna primavera. Así, pues, la Villa de Oropeza, se convirtió en la segunda patria de este ilustre naturalista. De acuerdo a las órdenes que recibiera al separarse de Malaspina en Callao, Haenke debía volver a España, una vez terminado su recorrido por el interior del Perú y partes vecinas de Bolivia. Sin embargo, no quiso regresar a Europa aduciendo para esto como razones en las cartas que escribía a sus familiares, la situación de Europa alterada por las guerras napoleónicas y la vida de paz absoluta en medio de la estimación de las autoridades y el pueblo que llevaba en Cochabamba. Quedó tan atraído por estas tierras que en una carta de febrero de 1800, dirigida a Europa, decía que si los habitantes de ese viejo continente tuvieran una concepción de la suerte dichosa, la belleza y la abundancia que rodean a los pobladores en los estados y provincias de Sud América, seguramente Europa quedaría despoblada. Hasta el año 1800 parece que Haenke se sentía muy contento por la alta distinción que le deparaban las más altas autoridades como el pueblo humilde ya que en una carta a sus familiares decía que por todas partes se quitoneaban el privilegio de oír sus enseñanzas en Física, Química, Matemáticas e Historia Natural. Gracias a su estrecha amistad con el Gobernador Intendente de Cochabamba, Don Francisco de Viedma no tuvo ninguna dificultad en sus relaciones con el gobierno de España y el Virrey Cisneros de Buenos Aires le hizo pagar su asignación de "naturalista" de la expedición Malaspina hasta 1810. La vida de Haenke en Cochabamba hasta 1810, debió ser muy placentera cuando él alternaba sus estudios de naturalista con el ejercicio de la medicina y la práctica de la música. Pidió a su hermano José que le enviara las obras de Bach, Haydn y otros grandes compositores de la época. En Cochabamba, vivió Haenke en la casa de la señora Sebastiana Orozco quien tuvo un hijo para él, llamado Francisco, luego abuelo de los hermanos Haenke todavía vivos en Cochabamba. Es posible que en sus numerosos viajes por zonas auríferas, hubiera sacado oro o explotado alguna mina de plata, porque gozaba de gran confort y abundante hacienda. Se dice que a unos 150 km. de Cochabamba y en dirección norte adquirió una finca llamada Santa Cruz de Helicona. Según el libro de Kühnel, esta finca estaba en las montañas de Yuracarés, mientras que entre los apuntes del Químico Samuel de Ugarte compilados y publicados por Eduardo Arze Quiroga, aparece Haenke viviendo en Santa Cruz de Helicona, situado en Ayopaya. Se dice también que tenía allí, una mina de plata, lo que descartaría la ubicación de la finca en Yuracarés (Chapare) ya que no se conoce ninguna mina de plata en esa zona. Otra cosa muy sui géneris, es el origen del nombre Helicona que no es español ni Quechua sino el nombre griego de un género de plantas de la familia de la banana (Heliconia), tomado de Monte Helicon, sitio de musas. Es muy probable que Haenke dotado de un fino gusto artístico hubiera escogido realmente tal nombre para su hogar en plena naturaleza. Que Haenke era rico, se colige de los envíos de dinero que hacía a sus familiares en Europa. En 1800 había recibido después de 10 años, la primera carta de su madre en la que le comunicaba la muerte de su padre. A fin de que su madre viviera mejor su edad avanzada, le mandó 30 ducados españoles de oro mediante la firma Hiecke Zinke y Rautenstrauch en Cadiz. También valiéndose de sus amigos en Cadiz, le hacía llegar a su madre, 200 florines anuales.

De Cochabamba y entre 1800 y 1801, salió en varias expediciones al Oriente Boliviano así como el Chaco porque dio cuenta sobre los Chiquitos, Sirionós y los indios chaqueños. Consideraba estos sus viajes como una obra de civilización para ser con razón considerado por los indios como un médico-brujo capaz de realizar milagros en la curación de sus enfermedades. En un viaje por el Mamoré vio por primera vez, la Victoria regia y se sintió tan sobrecogido que se arrodilló para dar gracias a Dios por esa maravilla. Esta impresionante Nymphaeaceae por el tamaño y forma de sus hojas, fue encontrada después por otros exploradores de Sud América, habiendo sido descrita por primera vez por Lindley bajo el nombre ya anotado, en 1838 sobre un ejemplar procedente de la Guayana Inglesa. Por una carta de febrero de 1803, se desprende que Haenke sentía entonces cierta fatiga y aburrimiento porque retrasó un viaje de estudio a las regiones de los Indios Chiriguanos que el gobierno le ofrecía. Recién en 1806 inició este viaje hacia el SE, de Santa Cruz para visitar los grupos indígenas que aún muchos años más tarde eran considerados como muy peligrosos. Al regresar de este viaje a Cochabamba escribió una carta fechada el 15 de diciembre de 1809 anotando que después de vencer miles de dificultades en esos desiertos monótonos, todavía se hallaba en buen estado de salud aunque necesitaría luego algunos meses para reponerse del todo, manifestando al mismo tiempo su satisfacción por la adquisición de tantos conocimientos sobre todo en Botánica, Geografía y el estudio de la Naturaleza en general. Esté fue el último viaje que realizó. Hasta el año de 1810, Haenke se sintió en Cochabamba, muy feliz porque había hallado todo lo, que de joven soñara respecto a su labor en el campo de las Ciencias Naturales. A pesar de que en Cochabamba, tenía las mejores relaciones y una cómoda posición económica, pensó por un momento volver a Alemania de visita. A partir de 1810 e iniciada la gesta revolucionaria en Sucre y La Paz, la situación de Haenke cambió. En su calidad de empleado del gobierno español, era considerado como peninsular por los patriotas y por su generosidad para las clases populares y los indios, despertaba sospechas entre los españoles. En enero de 1810, el Virrey Hidalgos de Cisneros de Buenos Aires, le ordenó volver a España. En respuesta, Haenke le remarcaba la labor que había cumplido para el Gobierno Peninsular. En esa misma oportunidad envió a "Minerva Peruana", que apreciaba mucho sus escritos,, una información sobre 40 cajas de sus colecciones que mandó a España y por las cuales no se le había acusado recibo alguno. Sintiéndose con la salud aún no satisfactoria pidió un año más para volver a España renunciando al emolumento que recibía. Por motivos de salud pensó dejar Cochabamba para ir a instalarse en Tucumán. No recibió ninguna respuesta de España y continuó en Cochabamba ejerciendo de 1810 a 1817 las profesiones de médico y químico. Se dice que fabricó una pólvora especial para los patriotas y que en su finca de Santa Cruz de Helicona, preparaba una Historia Natural del Alto Perú que no se publicó. A partir de 1811, su madre no tuvo más correspondencia de él. En 1817 murió repentinamente existiendo sobre este infausto suceso, las más diversas versiones. Se decía que había muerto en la casa de su amigo el Dr. Manuel Protasio Laredo de Cochabamba y que se le había sepultado en el cementerio de uno de los conventos. El "Morning Chronicle" del 30 de septiembre de 1817, decía que había muerto en una cárcel de España. Según una versión de los familiares de Haenke, éste habría muerto intoxicado involuntariamente al tomar una medicina que le fue alcanzada por una sirvienta de entre varios frasco3 existentes en su casa. Kühnel el autor de la primera obra extensa publicada sobre Haenke y de la que ya hemos hecho mención, cree que murió de paludismo, retirado en su finca, situada en una región malsana de Ayopaya. Corroborando esta versión, José Haenke, bisnieto de Tadeo, ha afirmado que los indios que traían el cadáver, no pudiendo más hacerlo, lo enterraron en Morochata.

De todo el material herborizado que envió Haenke a España, solo llegaron 7 cajas que fueron compradas por Kaspar von Sternberg para el Museo de Praga. El estudio de este material permitió la publicación de Carolus Presl en dos volúmenes y entre los años 1825 y 1835 de la obra: "RELIQUIAE HAENKEANA" seu Descriptiones et ícones Plantarum quas in America Meridionali et Boreali, in Insulis Philippinis et Marianis collegit Thaddaeus Haenke.

Haenke estuvo fuera de Europa por más de un cuarto de siglo y al parecer siempre coleccionando plantas y realizando observaciones geográficas o determinaciones astronómicas, no correspondiendo a este lapso de tiempo en cantidad ni calidad, lo poco que se conoce publicado de sus apuntes. Posiblemente quedan aún manuscritos de este insigne naturalista inéditos en los archivos y museos del Perú, Buenos Aires y Madrid. La cantidad de plantas que debió coleccionar en tantos años, debió ascender a varias decenas de miles. Malaspina informó en cierto momento que había coleccionado 1 400 ejemplares y él mismo mencionó 40 cajas de material coleccionado que había remitido a España. Es posible que parte del material enviado a España se hubiera perdido en los naufragios de los barcos que ocurrían por mal tiempo o por los asaltos de piratas. España sólo tuvo dos reyes: Carlos III y Carlos IV, que se interesaron en enviar expediciones científicas a sus vastos dominios de América como las de Malaspina y los botánicos Ruiz y Pavón. Inglaterra en cambio se esmeró en enviar comisiones científicas no sólo a sus colonias sino también a los continentes alejados en general con una visión definida hacia a la creación de su inmenso imperio económico. Mientras que España dejó que se perdieran las colecciones científicas procedentes de sus colonias. Inglaterra acumulaba en sus museos lo más valioso que podía obtener de todo el mundo como objetos de arte o como ejemplares de Historia Natural. La "Atrevida" y "La Descubierta" de la expedición Malaspina, cubrieron igual o mayor área visitada alrededor del mundo que "El Beagle" de Inglaterra y sin embargo los resultados de ambas expediciones, fueron tan diferentes. El material recogido por "El Beagle", se halla cuidadosamente conservado y clasificado en los museos británicos en tanto que el material coleccionado por la expedición Malaspina, no está en los museos españoles.

Cabría también establecer un paralelo entre Darwin y Haenke porque ambos fueron naturalistas a bordo de dos viajes alrededor del mundo bien equipados. Darwin escribió un diario minucioso de su viaje, que luego lo publicó inmediatamente después de regresar a Inglaterra. No se sabe si Haenke escribió algún diario de su viaje que indudablemente en tiempo y espacio fue mucho más interesante y mayor que el de Darwin. Darwin trajo de su viaje alrededor del mundo, las bases de la Teoría de la Evolución y un sobrecogimiento profundo ante la inmensidad del Mundo que era desconocido hasta entonces para él. Haenke sintió por la Naturaleza que contempló y estudió, una admiración casi mística. Mientras Darwin era un frío naturalista y trabajador científico pulcro y minucioso, Haenke fue un delicado y fino músico que al desentrañar los arcanos de la Naturaleza salvaje, sintió también un afecto fraternal por los nativos a quienes enseñó y civilizó amen de aliviar sus dolencias como médico. Se le tuvo como un ser sobrenatural, mezcla de brujo y Dios. No formuló ninguna teoría que lo haría célebre para siempre, pero se entregó por completo al servicio de sus semejantes subdesarrollados. Fue absorbido por el ambiente pobre y esclavizado de las colonias españolas. Tomó una mujer de Cochabamba y tuvo un hijo. Enseñó en Tarata la fabricación de los ácidos sulfúrico y nítrico y en Anzaldo, la fabricación del vidrio. Sacrificó definitivamente su futuro de sabio europeo por el servicio técnico a una humanidad atrasada. Renunció definitivamente a su prestigio científico para sepultarse en la existencia tranquila y humilde de Cochabamba. Salió de Europa como uno de los más promisorios sabios de su época, dotado de una extraordinaria cultura científica y clásica, como un gran latinista y un eximio músico, para morir anónimamente en Cochabamba y sin que siquiera se conozca el lugar de su entierro, en tanto que Darwin reposa en la Abadía de Westminster. Cochabamba, le debe mucho, pero como la cultura científica de estos tiempos debe ser apenas superior a la de los años en que vivió aquí Tadeo Haenke, apenas si su nombre se ha puesto a una calle de trasmano. Si se dice que Cochabamba, es la cuna de valores culturales calificados, fue también la tumba de un gran sabio europeo.

El trabajo verdaderamente botánico de Haenke en Bolivia, se redujo a la recolección de plantas que seguramente fueron en gran porcentaje nuevas para la Ciencia. Lo que llama la atención es que no describiera las especies que coleccionaba, labor que podía muy bien cumplirla ya que en aquel tiempo eran pocas las obras básicas necesarias para determinar especies botánicas. Pensó tal vez enviar todo el material coleccionado a España y luego volver allí y dedicarse por entero a su estudio y clasificación? En su "Introducción a la Historia Natural de la Provincia de Cochabamba" presenta un conjunto de productos minerales y plantas de valor industrial o medicinal, que ahora mismo debieran llamar la atención de los técnicos que vienen de fuera para prestar ayuda al desarrollo de nuestro país. Nosotros ya comentamos las determinaciones botánicas aportadas por Haenke para sus plantas medicinales, en la Revista de Agricultura, publicada en la Imprenta Universitaria de esta ciudad en 1943.

Taddaeus Peregrinus Haenke 1761 – 1817.

Alcides D'Orbigny

Alcides Dessalines D'Orbigny nació en Coveron, Francia el año de 1802. Su padre fue un médico amante de la Historia Natural. Su formación científica, la hizo en el famoso Museo de Historia Natural de París que aún ahora, imparte enseñanza de rango universitario en determinadas especialidades. Fue más zoólogo y geólogo que botánico, aunque en esos tiempos los naturalistas, no eran muy especializados y los dominios de las Ciencias Naturales, sobre todo en la Sistemática Animal y Vegetal, no eran tan extensos como hoy. Desde muy joven se destacó por su capacidad y preparación haciéndose acreedor a la estimación y trato de los grandes naturalistas de entonces como Alexander Humboldt, Georges Cuvier, Brogniart, Blainville y otros.

En noviembre de 1825, cuando apenas contaba 23 años, el Museo de Historia Natural, le confió la misión de explorar y estudiar la geología, la fauna, la flora y las razas humanas de la parte meridional de la América del Sud. Se embarcó en Brest el 29 de julio de 1826, se detuvo en Tenerife, Río de Janeiro y Montevideo para llegar luego a Buenos Aires. De la Argentina pasó a Chile y después al Perú y Bolivia. Se ha dicho que fue para la porción meridional de Sud América, lo que fue Humboldt para los países equinocciales del mismo Continente. Fue un minucioso observador que no dejó de anotar lo que era necesario conservar para sus futuras publicaciones ni mostró negligencia para coleccionar las muestras más salientes de minerales, fósiles, plantas, animales y vestimentas o artefactos humanos dentro de las posibilidades de transporte que tuvo a su disposición. Fue un viajero infatigable que recorrió distancias que aún ahora serían enormes para una sola vida con un coraje y una resignación admirables. Su fino trato, le creó por todas partes el afecto de cuantos le conocieron. Fue rodeado de las mayores atenciones y se le prestó toda la colaboración de la que era necesario rodearle. Por el espacio de ocho años vivió en contacto de la naturaleza más atrayente y exótica en los lugares más alejados y pintorescos del Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Bolivia. En ninguno de los otros países permaneció tanto tiempo como en Bolivia, donde dejó muy gratos recuerdos y donde recibió una valiosa ayuda del Gobierno y de los buenos habitantes que halló a su paso. Permaneció en Bolivia por más de tres años atraído seguramente por su naturaleza tan variada e interesante a través de sus cordilleras majestuosas, sus valles risueños y sus selvas impenetrables.

Las colecciones acopiadas por este sabio naturalista comprendieron 160 Mamíferos, 860 Aves, 115 Reptiles, 166 Peces, 980 Moluscos, 5 000 Insectos y Crustáceos y 3 000 plantas herborizadas. Había cubierto 3 100 km. de norte a sud y 3 600 de este a oeste.

El 14 de abril de 1830 y después de haber recorrido Argentina y Chile, D'Orbigny tocó el Puerto de Cobija sobre las costas bolivianas. Luego continuó por mar en dirección de Arica donde arribó el 20 del mismo mes. De Arica entró a Tacna. El 19 de mayo dejó Tacna para ascender los Andes en dirección de La Paz, pasando por el Tacora. El 29 de mayo llegó a La Paz comenzando a admirar la Quebrada en la que está levantada esta ciudad grande como la más extraordinaria del mundo al evocar su pasado geológico. Permaneció en La Paz hasta el 17 de julio, día en el que inició su entrada a los Yungas por el viejo camino del Taquesi. El 30 de agosto, dejó Irupana en dirección de Circuata pasando el Miguilla. El 7 de septiembre arribó a Suri, para luego continuar a Charapaxi y llegar a Inquisivi el 14 de septiembre. Pasando sucesivamente por Cavari, Machaca en la Provincia de Sicasica entró a la Provincia de Apopaya visitando primero Machacamarca el antiguo Mayorazgo del Marqués de Montemira. Permaneció en Palca (Independencia) hasta el 21 de septiembre en camino a Santa Rosa. El 22 de septiembre, arribó a Morochata. Al día siguiente y sobrecogido por la imponencia de los Andes en el Paso del Tunari, entraba D'Orbigny a Cochabamba, pasando de largo por Quillacollo. Permaneció en Cochabamba cerca de un mes rodeado de las mayores atenciones por parte del Prefecto Miguel María de Aguirre, el Rector Dr. Torrico y la Sociedad Cochabambina en general. Estando en Cochabamba, también recibió una conceptuosa carta del Presidente Santa Cruz en la que entre otras cosas le decía: "Entonces se podrán tomar algunos medidas en obsequio de su comodidad y se le hará acompañar con un oficial del ejército y un par de jóvenes del país, para que le hagan compañía en las soledades a donde se dirige. Si a más de esto necesita Ud. algunos auxilios pecuniarios o de otro género para concluir su empresa, puede Ud. indicármelo, seguro de que el Gobierno de Bolivia, tiene la mejor disposición para prestarse a tan útiles objetos...".

Alcides Dessalines D'Orbigny 1802 – 1857.

Después de una permanencia de cerca de un mes, D'Orbigny, dejó Cochabamba en viaje a Santa Cruz el 21 de octubre de 1830. Al referirse a la indiferencia de los arrieros sobre la exactitud del día de partida, dice como ahora se puede decir todavía con más énfasis: "La partida es siempre algo muy difícil en América. Se diría que los habitantes nunca están apresurados y el europeo, sufre constantemente a este respecto". Pasó por Cliza, Punata, Arani, Mizque, Chilón, Pulquina, Tasajos, Pampa Grande, Samaipata y después de un largo y penoso viaje, llegó a Santa Cruz el 17 de noviembre de 1830. De Santa Cruz después de dos salidas y regreso, continuó en dirección de las misiones de la Provincia de Chiquitos, visitando San Javier, Concepción, San Miguel, Santa Ana, San Ignacio, San Rafael, San José, Santiago, Santo Corazón de Jesús y San Juan Bautista. El 19 de octubre de 1831 después de cerca de cinco meses de estudio de las poblaciones existentes en aquellas misiones, regresó todavía a las misiones del centro y oeste de la Provincia de Chiquitos. Luego se dirigió al país de los Guarayos, saliendo de San Javier el 19 de diciembre,

Después de una permanencia de varios días entre los Guarayos, se embarcó en el Río San Miguel para llegar en febrero de 1832 a la Misión de Carmen de Mojos. Después, visitó la Misión de la Purísima Concepción de Baures y la de Santa Magdalena de Mojos. Ya en Marzo estuvo en la aldea de San Ramón y en la Misión de San Joaquín. Siempre en marzo, navegó el Río Itenez pasando por el Forte do Príncipe de Beira hasta ingresar después en las Aguas del Mamoré. Al comenzar a ascender este gran río, descubrió la hermosa palmera con raíces zancos que fue bautizada con el nombre de Iriartea Orbignyana por Martius. El 1° de abril de 1832, llegó a la Misión de Exaltación de La Cruz. Prosiguiendo el viaje pasó por las Misiones de Santa Ana de Mojos, San Pedro y San Francisco Javier. El 22 de abril entró por el Río Ivari a la Misión de Trinidad de Mojos, hoy Capital del Beni. En Mayo, visitó la Misión de Loreto y siempre remontando el Mamoré encontró la desembocadura del Río Chapare.

Navegó los Ríos Chapare y Coni y permaneció algún tiempo entre los Yuracarés. Salió de las Tierras de los Yuracarés por tierra atravesando un camino terriblemente difícil por los Yungas de La Palma, el Río San Mateo, Yurajmayu, Río Ronco, Colomi y Cochabamba. Desde Cochabamba inició su espectacular viaje a través de comarcas desconocidas para buscar un nuevo camino a Mojos, impresionado por las condiciones tan intransitables del camino que acababa de hacer para salir de Mojos. Salió de Cochabamba el 2 de junio de 1832 por Tiquipaya acompañado por un religioso franciscano, el señor Tudela que debía recibir las instrucciones para la apertura del nuevo camino, el mestizo Amito que hablaba Yuracaré y varios mozos. Este viaje fue muy penoso a través de barrancos infranqueables y torrentes fuertes. Encontró después del pequeño rancherío de Tutulima, el Río Altamachi y luego varios ríos desconocidos a los que puso los :nombres del río del mal paso, río de las Peñas y río del Oro. En este último halló una pepita de oro y recalcó la riqueza que contenía. El 18 de julio llegó nuevamente a los dominios de los Yuracarés con la ayuda de los cuales, hizo construir una gran canoa de un secular árbol de unos 8 m, de circunferencia y distante un cuarto de legua del Río Moleto que luego bajó hasta su encuentro con el Icho para formar el Río Sicuri que hoy debe llamarse D'Orbígny. A este punto llegó el 19 de agosto. Finalmente el 11 de agosto, entraba en el gran Mamoré a los 42 días de su salida por Cochabamba y después de haber atravesado sin camino las partes más inaccesibles de la cordillera y ríos torrentosos, saltando de roca en roca y colgándose por lianas para vencer diversos accidentes, herido una vez con golpe de hacha en su rodilla, con el otro pie luxado, hasta llegar a las poblaciones de los Yuracarés, casi sin calzado y con los pies hinchados en compañía de su gente totalmente desmoralizada. Al encontrar la salida al Mamoré había resuelto el problema de un mejor camino a Mojos, que infelizmente no se construyó. D'Orbigny, creyó que con esta penosa expedición y el rumbeo de una nueva y mejor entrada al Beni, había retribuido en parte la ayuda que el Gobierno de Bolivia le prestaba.

Ya con nostalgia de su patria, D'Orbigny, quería salir de Mojos y así, el 15 de agosto dejó Trinidad dirigiéndose por tierra a Loreto para embarcarse de arribada en el Mamoré con dirección a Santa Cruz donde llegó en Diciembre. El 17 de diciembre salió de Santa Cruz por el mismo camino que siguiera desde Cochabamba, dos años antes, llegando en seis días a Samaipata debido a la estación lluviosa. En Samaipata, visitó lo que hoy se llama "El Fuerte" o cerro esculpido del tiempo de los incas que D'Orbigny, describe detalladamente admirando su conservación perfecta después de tres o cuatro siglos, conservación que ha sido mellada en los últimos años por los obreros de la construcción del camino asfaltado a Santa Cruz, quienes han grabado sus anónimos nombres en los blandos asperones que resistieron la intemperie secular para mostrarnos esa grandiosa obra incaica que no hemos sido capaces de respetar ni menos conservarla a pesar de haber sido declarada irónicamente "Monumento Nacional". Salió D'Orbigny de Samaipata el 25 de noviembre de 1832 y llegó el mismo día a la ciudad de Jesús de Valle Grande después de trasmontar las tres cuestas de Samaipata, Limón y San Blas. El 5 de diciembre continuó hacia Río Grande por Pucara y después de vadear este río subió por Pampa Ruiz, Nuevo Mundo y Pescado (Villa Serrano) en dirección de Tomina. De Tomina prosiguió a Tarabuco por Tacopaya y luego a Yamparaez para llegar finalmente a la capital de Bolivia, Chuquisaca o Sucre donde permaneció más de dos meses. En Sucre tenía que verlo al Presidente Santa Cruz que había partido para Cobija y así lo esperó allí. De Sucre salió el 10 de marzo de 1833 guiado por el médico francés Torally a quien conoció en esta ciudad, con destino a Potosí. Llegó a Potosí, el 15 de marzo y después de varios días de visita a este fabuloso distrito minero, continuó el 28 de marzo, en dirección de Oruro por Yocalla, Tola Palca, Villca Pugio, Cóndor Apacheta, Venta y Medio y Sora Sora. Del 5 al 13 de abril, D'Orbigny, viajó a Carangas para hacer un reconocimiento de su geología y estudiar su flora, fauna y poblaciones nativas. El 15 de abril, tomó el camino a La Paz pasando Caracollo, Sicasica, Calamarca y Viacha. Del 4 al 13 de junio, se dedicó a visitar Tihuanacu y el Lago Chucuito (Titicaca Menor). No pudo entrar a la Isla de Titicaca o Isla del Sol, porque se sintió postrado con una residiva de las fiebres intermitentes que le afligieron en Mojos y Chiquitos. Después de este viaje regresó a La Paz para salir luego definitivamente de Bolivia por Tacna y Arica. Se embarcó en Valparaíso para Europa, el 25 de julio de 1833 a bordo del Philantrope de Burdeos. Antes de dejar Bolivia, D'Orbigny, escribía lo siguiente: "Abondoné Bolivia después de haberla recorrido en todos sentidos durante más de tres años. Traía de esta hermosa y rica parte del continente americano no solamente una inmensa cantidad de materiales de todas clases, indicados para hacerla conocer desde diferentes puntos de vista, sino también el más vivo reconocimiento hacia su Gobierno y hacia sus habitantes, de los cuales no había recibido más que favores y las pruebas más delicadas de estima y hospitalidad". En efecto, D'Orbigny, más que ningún explorador extranjero o boliviano, ha recorrido en más de tres años, todo lo más bello, rico y peligrosamente inaccesible de nuestro accidentado territorio, porque debe recordarse también que exploró detenidamente la Provincia de Caupolicán. Su itinerario de viaje, es pues el más vasto conocido y la información geográfica que ha llegado al mundo y a Bolivia, continúa siendo una fuente inagotable de datos verídicos sobre nuestra realidad física y humana, aunque la obra fundamental de D'Orbigny para Bolivia, "Voyage dans l'Amérique Meridional", a pesar de existir también traducida al castellano, casi no figura en nuestras bibliotecas y así la gente corriente y aun la intelectual, sigue atribuyendo al naturalista francés todo género de dichos exagerados sobre nuestra riqueza. D'Orbigny, ha sido uno de los pocos exploradores científicos, que no ha denigrado a nuestro país, aunque hubiesen existido razones justificadas para hacerlo y más que exagerar nuestras riquezas, lo que más admiró fue la belleza de muchos parajes que tuvo la dicha de visitar. En el libro "Bolivie" del Ing. Breson, hay la siguiente frase de D'Orbigny, transcrita: "Si la tradition a perdu, la memoire de lieu ou a eté placé le Paradis, le voyageur qui parcour la Bolivie, peut s' exclamer: c'est ici le Eden Perdu".

Por el itinerario de los viajes de D'Orbigny en Bolivia que resumimos más arriba, puede colegirse que si bien él no era botánico, como explorador naturalista, recogió bastantes plantas que en su mayoría tenían que ser naturalmente especies nuevas. Basta recordar el gran número de plantas dedicadas a él como Orbignia phalerata de Martius o Palmera Cusi, Iriatea Orbigniana Mart. Solanum boliviense Dun., etc.

D'Orbigny al igual que Haenke descubrió algunas plantas notables que por falta de una publicidad oportuna o un estudio más detenido son atribuidas en su primer encuentro a otras personas. Así por ejemplo, lo que hoy es la Puya Raimondii Harms., es atribuida al naturalista italiano Raimondi en su descubrimiento porque éste la publicó sin diagnosis latina por primera vez en el "El Perú", Tomo I en 1874 bajo el nombre de Pourretia gigantesa. Sin embargo, cuando uno lee en "Voyage dans l'Améroque Meridional" que seguramente ha pasado desapercibido para Raimondi y otros, la siguiente relación, se da cuenta que D'Orbigny vio ya la Puya Raimondii en Bolivia, el 24 de octubre de 1830, es decir varios años antes que Raimondi en el Perú: "Las colinas están cubiertas de rebaños de ovejas y las orillas de los lagos de vacunos. Busqué en vano algunos árboles cuando a lo lejos, creí ver una palmera de tronco esbelto. Estaba tanto más asombrado cuanto esas hermosas plantas no crecen en las regiones elevadas. Me acerqué y reconocí una magnífica especie de agave?. Su tronco delgado de dos a tres metros de alto, estaba coronado de un conjunto de numerosas hojas largas y puntiagudas, y formando una bola de aspecto muy pintoresco". No cabe la menor duda de que D'Orbigny estuvo frente a un ejemplar de Puya Raimondii sin flores. Nosotros hemos visto hacen unos dos meses en esas mismas regiones de las Lagunas de Vacas, una pendiente cordillerana con centenares de ejemplares de Puya Raimondii con sus hojas formando "bolas pintorescas" como indica D'Orbigny.

A propósito de este descubrimiento de D'Orbigny que hasta ahora nadie lo ha publicado, queremos puntualizar otro hecho que se relaciona con el descubrimiento de la hermosa Begonia Veitchii Hook. f. que por la literatura conocida hasta ahora, se debió al explorador inglés de plantas ornamentales Richard Pearce, quien habría enviado sus tubérculos a Inglaterra en 1865 cuando viajaba por cuenta de la Casa J. Veitch & Son. Sin embargo, cuando revisamos la "Introducción a la Historia Natural de la Provincia de Cochabamba" de Tadeo Haenke, en el capítulo de las plantas medicinales, encontramos bajo el No 31, la siguiente referencia "Lo que aquí se remite es la "Begonia anenumoides", de hojas redondas y la única especie que fuera de las montañas de los Andes se hallan en este reyno, a las faldas de la misma cordillera, en un temperamento frío y áspero. Su raíz es una papa perenne de carne jugosa y colorada, sumamente irregular y variable en su figura con una superficie áspera y escabrosa. Su flor, hermosa y rosada, excede en tamaño todas las conocidas de este género y se asemeja a primera vista a las de los ranúnculos y anémones" ... Como se ve Haenke ya describió esta Begonia que ha dado su germoplasma a un gran número de variedades híbridas hoy conocidas, aunque sin las formalidades que rigen las reglas de la nomenclatura botánica. Haenke, un latinista más eximio que Hooker hijo, habría escrito una magnífica descripción latina para su publicación. Hooker hijo al describir Begonia Veitchii en 1868, dedicada a la Firma Veitchii, no conocía, pues, la "Historia Natural de la provincia de Cochabamba, escrita por Haenke en 1798 porque así, no habría hecho sino revalidar el nombre propuesto por Haenke. Con todo, dejamos demostrado que Tadeo Haenke es el descubridor de esta hermosa Begonia y no Pearce.

Como hemos dicho al principio de este artículo sobre D'Orbigny este naturalista, gran explorador de Bolivia a pesar de no tener mucha predilección por la Botánica, coleccionó un sin número de especies nuevas y estudió detenidamente las palmeras de las que ha dejado magníficos dibujos en su pequeño manual "Les Palmiers".

La afección de D'Orbigny por Bolivia, fue muy grande y en reconocimiento a toda la ayuda que le prestaron el Gobierno y la sociedad, además de haber explorado y trazado un nuevo camino de Cochabamba a Mojos por el Río Sécure, decidió escribir una Descripción Geográfica, Estadística e Histórica de Bolivia a requerimiento del Presidente José Ballivián. Como D'Orbigny escribía este trabajo en francés, hizo la traducción literaria al castellano, el joven poeta boliviano D. Ricardo Bustamante que vivía entonces en París. Salió a luz y editado en la Librería Gide y Co. el primer tomo de la "Descripción de Bolivia" abarcando la actual Provincia de Caupolicán y el Departamento del Beni, en 1845. Los demás tomos, no aparecieron por razones que no conocemos aunque es probable que los gobiernos que sucedieron al del General Ballivián, no proveyeron la ayuda económica necesaria. Con todo, cabe admirar el celo por el conocimiento de nuestra realidad geográfica, étnica y económica, que mostraron los dos grandes Presidentes de Bolivia: Santa Cruz y José Ballivián. Ningún otro mandatario hasta nuestros días, se ha dignado más prestar ninguna atención al conocimiento y publicación de nuestra realidad geográfica, base de nuestra economía y de nuestros problemas sociales y políticos hasta el extremo de no existir en el país una Geografía de Bolivia de la magnitud de la Historia de Bolivia escrita por nuestro gran historiador D. Alcides Arguedas.

Cochabamba, febrero de 1966.

Nota adicional a la biografía de Tadeo Haenke

Después de que los originales de este número de la Revista de Agricultura, fueron entregados a la Editorial Universitaria en marzo de 1966, se ha encontrado el pasado año, la partida de defunción de Tadeo Haenke en la Parroquia de Santo Domingo de Cochabamba. Este hallazgo, lo hizo la señora Renée Gicklhorn de Viena, que vino aquí el pasado año a buscar más informaciones relacionadas con el gran explorador Tadeo Haenke. Esta historiadora ya publicó una extensa y documentada biografía con el título de "Thaddaeus Haenke Reisen und Arbeiten in Südamerica" en ACTA HUMBOLDTIANA, de 1966.

Nosotros acabamos de copiar del libro respectivo de la Parroquia de Santo Domingo, dicha partida que dice así: "En el año del Señor de mil ochocientos diez y seis, en cuatro de noviembre, murió en su casa y en la comunión de nuestra Santa Madre Iglesia, D. Tadeo Haenke, español, vecino de la ciudad de Alemania, de edad de cincuenta y cinco años, cuyo cuerpo fue sepultado al día siguiente en San Francisco con oficio cantado, este murió sin sacramentos, repentinamente y para que conste lo firmé el Cura Rector = De orden del Altísimo Arzobispo en visita". Firmado: Marcos Jaimes.

El documento anterior aclara todas las versiones acerca del lugar y fecha exacta del deceso de este ilustre naturalista. En cuanto a la posibilidad de existir aún sus restos en San Francisco, debemos presumir que aquellos debieron ser enterrados en alguna fosa común del convento para dar cabida a la sepultura de nuevos cadáveres ya que desde 1816 hasta el año de 1924 más o menos en que se prohibió el entierro de los religiosos en su propio cementerio, han transcurrido 108 años, durante los cuales, debieron requerir sepultura centenares de cadáveres para los que el cementerio de San Francisco, no tendría espacio suficiente.

Cochabamba, 3 de mayo de 1968.